Ya hemos hablado largo y tendido de cómo era estructuralmente Florentia. Sus calles, sus edificios, su economía. Pero sin duda, lo que más nos intriga, o por lo menos lo que más me intriga a mí, es la gente que habitaba mi ciudad tantos años antes de hacerlo yo y poder ponerle nombre si fuera posible. Humanizarlos y conocer a algunos de los granadinos más ilustres, en definitiva.
En cuanto a las gentes de Florentia, la epigrafía y la literatura romanas nos han dejado constancia de bastantes familias de las clases sociales más altas que tuvieron gran presencia e importancia en Roma. En la Granada romana, quien tenía un cargo en alguna de las instituciones que la gobernaron, era alguien que pertenecía a la élite local y sus nombres quedaron plasmados en las inscripciones honoríficas, que recordaban sus hazañas y honores, además de en epitafios encargados por sus familias una vez morían. Estos fueron nuestros primeros granadinos ilustres.
Los ciudadanos romanos (incluidos los de las provincias, recordemos) también dejaban escrito en sus lápidas a qué se dedicaban, su oficio. Es por esto que sabemos que se pasó de una sociedad en la que se daba por hecho la autosuficiencia (el mismo que defendía en la guerra podía trabajar la tierra) a una sociedad que necesitó la especialización. Con más razón en Roma con su millón de habitantes, pero también en las provincias.
Un ejemplo de un oficio de prestigio era el de purpurarius, aquellos que se dedicaban al tinte con púrpura. Como ya vimos en nuestro post anterior sobre la vida en Florentia como parte de la provincia de Hispania dentro del Imperio Romano, la púrpura era un material muy exclusivo ya desde época fenicia. Estuvo destinado en un principio a los senadores, pero más tarde tan solo al mismísimo Emperador. Por eso no es de extrañar que hayan aparecido, en diferentes provincias del Imperio, lápidas en las que el dueño dejaba claro su oficio como purpurarius, marcando así su alto estatus.
En la antigua Florentia Iliberritana destacan familias que tuvieron el poder local en sus manos, llegando incluso en ocasiones a ser senadores o cónsules en la ciudad de Roma, la capital del Imperio.
Este es el caso de los Cornelii, los Papirii o los Valerii Vegeti en Florentia Iliberritana. Por ejemplo, encontramos a Quintus Valerius Vegetus, que fue uno de los miembros de la familia de los Valerii, asentada en Florentia ya desde los primeros años del siglo I d.C.
Quintus Valerius Vegetus fue senador de Roma, ingresando en el Senado durante el reinado de Vespasiano (69 d.C – 79 d.C). En el año 91 d.C fue nombrado Cónsul suffectus y, a causa de llevar este cargo, fijó su residencia en Roma, existiendo constancia de que se construyó una casa en la zona del Quirinal, con técnica de tapial, muy poco usual en Roma en aquella época, aunque muy extendida en Hispania.
Su hijo, llamado también Lucio Mumio Nigro Quinto Valerius Vegetus, fue igualmente cónsul (en el año 112 d.C), así como su nieto Quinto Mummio Nigro Valerius Vegetus, en la época de Antonino Pio (138 d.C – 161 d.C).
Quinto Valerio Vegetus había estado casado con Cornelia Severina, sacerdotisa de Vivia Sabina, la esposa del emperador Adriano. Cornelia Severina era, además tía del que posiblemente sea el iliberritano más importante y conocido: Publio Cornelio Anulino, de la tribu Cornelia, nacido entre el año 138 y el 140.
El joven Publio Cornelio Anulino fue enviado a Roma a los 12 años para iniciar su carrera civil-militar (su cursus honorum). Tras su formación y cargos civiles comenzó su carrera militar como mano derecha del mismísimo emperador Septimio Severo.
Publio fue cuestor, tribuno de la plebe, pretor, procónsul (gobernador) de la provincia Bética, legado de la VII Legión Gémina (con base en León), cónsul de Roma y procónsul de las provincias Raetia, Germania y África. En el año 199 d.C volvió a ser cónsul de Roma y emperador sustituto por la ausencia de Septimio Severo. En el año 202 fue prefecto de Roma y encargado de construir el arco de Septimio Severo con motivo del decenio del emperador (de hecho, hay quien asegura que una de las dos estatuas ecuestres originales, a la derecha del emperador, estaba dedicada a él mismo).
Estos no fueron los únicos iliberritanos ilustres. También encontramos a los Papirii, que nos dieron a los cónsules Cayo Papirio Aeliano (en el año 132) y su hijo, del mismo nombre (en el año184). Florentia Iliberritana dio también muchos senadores, como Gneo Papirio Aeliano Aemilio Tuscillo y un largo etcétera.
No era algo raro nacer fuera de Roma y acabar en ella. Ser romano era todo un reclamo. Y además, Roma necesitaba a esta gente de otros lugares (aunque fuera de otra provincia del Imperio). Era una ciudad muy dura, muy cosmopolita, con mucha gente de muchos sitios diferentes, conviviendo. Por esto también había muchas enfermedades, y eran más las muertes que los nacimientos, por lo que necesitaban la inmigración casi constante, para compensar.
Como veis, fueron muchos los senadores y cónsules aportados por Florentia Iliberritana a Roma. De hecho, solamente las provincias hispanas de Tarraco, Itálica-Hispalis y Córduba la superaron.
La tradición de aquella época era llenar el foro de la ciudad con pedestales y estatuas que representaban a estos personajes ilustres. Muchos de aquellos nombres incluso aparecen en documentos de Roma, además de en inscripciones que han ido apareciendo en torno a lo que en su día fue Iliberri, en la parte más alta del Albaicín.
Esto no hace más que reafirmar la idea de la importancia que tuvo la ciudad durante los siglos de dominación romana. Sin embargo, todos aquellos iliberritanos o granadinos ilustres, que llegaron a ocupar grandes cargos en Roma son hoy unos desconocidos para la mayoría. Incluso para los actuales granadinos.
Maribel Contreras Sola
Guía Oficial de Turismo por la Junta de Andalucía GT/03682, Licenciada en Filología Inglesa y Máster en Enseñanza del Español como Lengua Extranjera, por la Universidad de Granada (UGR).
Mi trabajo consiste en convertir Granada en un libro abierto al visitante, en la divulgación rigurosa del conocimiento que creo, son factores que han marcado y definen mi experiencia laboral. Amo escribir acerca de Granada, es una forma de vivirla más intensamente y más personal.